domingo, 5 de junio de 2016

Texto V: La comunicación en el centro de la modernidad. Un debate teórico fundamental. Dominique Wolton

Pocos sectores tan vitales para la sociedad contemporánea están tan de actualidad como la comunicación tecnológica, puesto que, de principio a fin, la historia del teléfono, del cine, de la radio, de la televisión de la informática tiene solo un siglo de vida.

Los medios de comunicación de masas son, en el orden de la cultura y de la comunicación, equivalentes a la cuestión de la cantidad aparecida con la democracia de masas y el sufragio universal, o bien, dicho de otro modo, el gran público de los medios de comunicación de masas es el equivalente, en cultura, al sufragio universal en política. Antes de ser elementos empíricos, estos son conceptos normativos centrales.

Así pues, la revolución de la comunicación es, a la vez, un fenómeno reciente, una ruptura radical, pero también una realidad adaptada a esta sociedad de masas del siglo XX.

La paradoja de la comunicación es la siguiente: si la historia de la comunicación es evidentemente muy larga, tan larga como la del hombre, la de las tecnologías del mismo nombre es, por el contrario, extraordinariamente reciente. Y los hombres todavía no se han habituado a unos sistemas de comunicación que cambian considerablemente su percepción del mundo, su modo de vida y de trabajo, y ya deben prepararse para la etapa siguiente, en la que todo irá aún más rápido.




Todo cambio técnico o estructuración de un nuevo mercado, no es una ruptura en una economía generalizada de la comunicación, puesto que una economía de la comunicación a escala individual o social es diferente a una tecnología. Si una tecnología de comunicación juega un papel esencial, es porque simboliza, o cataliza, una ruptura radical que existe simultáneamente en la cultura de esa sociedad.

Si las tecnologías son el elemento evidente de la comunicación, la esencia es, entonces, el modelo cultural que transportan y el proyecto relacionado con el rol y la organización del sistema de comunicación de una sociedad; pero el salto adelante en las técnicas presenta la ventaja considerable de evitar una reflexión del conjunto y de ofrecer una comprensión, aparentemente, inmediata.

Una antigua desconfianza hacia la comunicación 

Esto es porque existe un déficit real de reflexión y de interés teórico, y más en general de reflexión epistemológica y cultural, sobre la posición de la comunicación en la cultura occidental, y también porque la televisión, ayer, y las nuevas tecnologías, hoy, son el objeto de esta continuidad tecnológica y económica.

Esta antigua desconfianza hacia la comunicación es tan paradojal como que la comunicación sea un valor de emancipación en el centro de la cultura occidental. Desde el siglo XVI, es el complemento, y la condición, de todas las emancipaciones del individuo. La reivindicación de la libertad de comunicar es, evidentemente, el fruto de la larga batalla, empezada en el Renacimiento, por la libertad de conciencia, de pensamiento y de expresión; después, a partir de los siglos XVII y XVIII por la libertad de los libros y de la prensa.

Pensar en la comunicación evita creer que la tecnología puede llegar a poner fin a estas diferencias y recuerda que, al final, siempre aquella está del lado de la intersubjetividad, de sus debilidades y de sus fracasos, pero también de sus ideales, ideales que los principales desafíos de la comunicación se juegan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario